Contenido creado por Ignacio Alcuri
Haceme reír
Haceme reír | Horacio Rubino

"Que mi apellido defina un estilo de humor se siente gratificante"

Horacio Rubino es sinónimo de una clase de chiste, tonto y efectivo, pero sabe que no es ninguna tontería escribir esa clase de humor.

06.12.2019 13:19

Lectura: 37'

2019-12-06T13:19:00-03:00
Compartir en

Quien se dedica al humor suele ser multitarea. No solamente porque la capacidad de hacer reír suele colarse en cualquier tarea que desempeñe, sino porque el humor nunca pagó muy bien. Así como muchísimas otras cosas nunca pagaron muy bien.

Horacio Rubino nació en 1962 y, sabiendo que de algo hay que ganarse la vida, coqueteó con una carrera científica. Pero esa parte de su vida no estará presente en la conversación.

Sí hablaremos del tipo gracioso que llamó la atención en teatro y eso lo llevó al carnaval (o Carnaval, dependiendo de cómo lo sienta yo al transcribir sus palabras). Llamó la atención en carnaval y eso lo llevó a la televisión. Y siguió llamando la atención con su humor, tan característico que su apellido se convirtió en sinónimo de un tipo de chiste: tonto, pero efectivo.

El tercer entrevistado de este ciclo no es ningún tonto y es muy efectivo. El humor es su oficio y tiene la capacidad de reflexionar acerca de ello. Así que sabremos qué le gusta tanto de la categoría Parodistas como para sufrir año a año el Concurso Oficial del Carnaval (el que va con mayúscula), cómo hace para llenar media página de humor de lunes a viernes desde hace años, y si alguna vez sufrió por los chistes sobre su peso que él mismo escribía.

Horacio llegó a mi vida como una mitad indisoluble de "Horacio y Gabriela", ídolos de mi infancia en los programas infantiles Requetesábados, Requetedomingos y Requetedivertidos. Luego me enteré que dominaba muchas clases de humor. Y aquí, justamente, da una clase de humor.

¿En qué momento descubriste que eras más gracioso que el resto?

En la escuela. Tengo en mi memoria el registro del primer chiste que hice y que causó algún efecto. Estaba en primero de escuela y la maestra preguntó qué era Beethoven. Levanté la mano, y cuando me dio la palabra dije: "sordo". Y me echó de clase. Lo tengo registrado como mi primer chiste en el historial, festejado por mis compañeros, pero que me produjo la primera expulsión siendo tan chico.

¿El festejo pesó más que el castigo?

Sí, porque me hice el gracioso y no esperaba la reacción de la maestra. Pero también aprendí que, a veces, hacerse el gracioso tiene sus costos.

¿Por qué pensás que algunas personas tienen la capacidad de hacer reír?

No lo sé. ¿Cuál es la fórmula que hace que alguien pueda construir cosas que hagan reír a otros? Es una pregunta muy antigua. Mi padre me regaló una vez el libro La Risa, de Henri Bergson, y no hay una explicación única de por qué ciertas situaciones generan humor o no. De hecho, nos pasa a los que escribimos o a los que hacemos humor, de estar confiadísimos en que cierta situación va a causar sensación y después no pasa nada. Como a veces nos sorprende una cosa mucho más simple, por la cual no dábamos mucho crédito, y que termina siendo un boom. Es cierto que nos vamos perfeccionando y aprendiendo un poquito a tener esa intuición, pero la fórmula no la tiene nadie. El que la consiga se va a hacer millonario.

Tengo la teoría de que esa capacidad tiene que ver con la imaginación. El humor consiste es poner algo donde no debería estar, y la imaginación permite pensarlo en ese lugar.

La imaginación permite sorprender. Decidir qué va a ser lo que va a estar en ese lugar que nadie se lo espera. A los más creativos se les ocurrirán cosas más elaboradas, y mejor resultado les podrá, llegar a dar. Pero me parece que pasa un poco por el ensayo y error. Los humoristas probamos, nos equivocamos, vemos cuáles son los caminos que funcionan y los que no, y a lo largo de tantos años de hacerlo tenemos mejor entrenamiento. Nos vamos a dar cuenta más rápido de si es por acá o no. Y tenemos algunos moldes y cositas que sabemos que funcionan, así como los que hacen "stand up" tienen tres o cuatro chistes para quebrar el hielo y ablandar a la gente. Nosotros tenemos mecanismos por los cuales sabemos que una situación va a rendir más que si usáramos otros.

Y en ningún momento existe la certeza de que algo va a funcionar.

Como dicen las encuestadoras en política, siempre tenés un margen de error. Acá el margen es ¿qué grado de efectividad tendrá esto? ¿El que yo espero, más o menos? La experiencia ayuda.

¿Cuándo te diste cuenta de que el humor podía llegar a ser una fuente de ingresos?

En mi época escolar y liceal, cuando era el gracioso de la clase, nunca se me pasó por la cabeza. Empezó sin darme cuenta, porque después de la escuela y el liceo entré en un grupo de teatro donde también hacíamos humor. Ahí tuve la primera oportunidad de escribir y armar algo de lo que hacíamos. Pero cuando ingresé en el carnaval y recibí una remuneración, dije: "¡Mirá! Tanto que yo utilizaba para nada y hoy sirve para generar dinero". No pensaba que me fuera a dedicar a eso, pero pensé: "Con esto puedo tener un extra". Y ese extra se terminó transformando en mi medio de vida.

¿La entrada al carnaval fue por la actuación?

Sí, porque yo estaba en el grupo Café Teatro de la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde surgieron varios actores y directores de carnaval y teatro. Entré para actuar, pero traía esa faceta de escribir en el grupo de teatro, así que arreglé algunas cosas y escribí alguna canción. Tuve la suerte de que me dieran la posibilidad de escribir desde el primer año, más allá de que ese año no figuré como libretista. Pero escribí el 80% del espectáculo. Eran parodistas Klaper's y al año siguiente ya me dan la responsabilidad de escribir todo el repertorio del conjunto, a la vez que tuve mi primer ingreso a través de la escritura. O sea que, en un lapso de dos años, descubrí que dos de las facetas que yo hacía podían terminar siendo un medio de vida.

Y descubriste que podías escribir varios espectáculos en un mismo año. Cosa que actuando no podías hacer.

Claro, la faceta de escritor era la que más podía diversificar. Así se fueron sumando cosas y hoy prácticamente he andado por todos los medios y actividades: teatro, carnaval, radio, televisión, prensa escrita, líneas telefónicas... Lo que se te ocurra, en algún momento lo hice.

En carnaval escribiste para todas las categorías. ¿Explicarías el tipo de humor que se maneja en cada una de ellas?

Así como el hombre y el mono tienen un antepasado común, las diferentes ramas del humor tienen una raíz. Pero sin duda que no son iguales. No es lo mismo hacer humor para televisión que hacer humor para radio. Y en las categorías del Carnaval también pasa eso, porque en algunas el humor es la condición primera, como los humoristas y en gran medida los parodistas. En la murga hay una gran cuota de humor, como también hay una gran cuota de crítica social, que debe estar presente. En las revistas, durante muchos años no hubo casi presencia de humor, hasta que alguna empezó a hacerlo y las demás se dieron cuenta de que de esa manera se hacían más comerciales, les gustaban más a la gente y podían mostrar los bailes con un llamador que atraía a la gente. Creo que la única que todavía está en el debe, porque hay poquitos ejemplos, es la categoría de Sociedades de Negros y Lubolos, donde el humor es casi inexistente. O sea que hay una gran diferencia en como lo manejan. Pero a la hora de hacer reír, me parece que un sketch que funciona en humoristas perfectamente lo podría poner en un conjunto lubolo. Aunque eso depende también de que se animen a hacerlo.

¿Qué hizo que te quedaras en el parodismo, al punto de sacar tu propio conjunto?

De esa gente que estaba en el grupo de Café Teatro, algunos fueron para Klaper's y otros para Falta y Resto. O sea que perfectamente podría haber caído en el carnaval por la categoría de Murgas. Y como espectador que iba al carnaval me gustaba todo, pero los parodistas tenían eso del espectáculo completo en la cantidad de rubros. Porque los que participaban de la categoría actuaban, cantaban y bailaban. Y cantaban y bailaban a la vez, que hoy día es muy difícil de ver en cualquier ámbito. Todavía eso artesanal que tenemos, de cantar y bailar en vivo, la hace una categoría muy completa. Entonces me atraía eso. Obviamente estamos hablando de hace unos cuantos años y hace unos cuantos kilos menos. Uno podía hacer todo eso. Se podía cantar, bailar, actuar... era como una gran comedia musical. Eso fue lo que siempre me llamó la atención de la categoría. Todas tienen su parte linda y a mí me gusta todo el carnaval, pero Parodistas es la categoría que te hace hacer más cosas a la vez, y por eso yo le doy un grado mayor de dificultad. Una persona que cante y actúe muy bien, puede perfectamente salir en murga y en parodistas. Ahora, si no baila... Quizás ahora podría salir igual, pero cuando yo empecé a hacer parodismo, si no bailabas, no salías.

¿Qué más ha cambiado en todos estos años?

Las coreografías de la época en la que empecé a hacer parodismo tenían una dificultad menor a la de hoy, porque todos cantábamos y bailábamos a la vez. Entonces, tanto los más diestros para bailar como los que no, tenían que hacerla. Por eso, cuando veo a los jóvenes de hoy que se ríen de las coreografías de antes, les digo: "Lo que pasa es que estaban hechas para cantar". Cantaban todos. Cuando empezó a hacerse más sofisticada la coreografía, los que tenían menos condiciones y los más veteranos ya no podían hacer eso. Entonces quedó un grupo que bailaba y otro que no. Al haber un grupo que solo cantaba se distribuyó a los costados del escenario. Se armó una figura a la derecha y a la izquierda que era el coro, y en el medio el baile.

¿Hubo una grieta?

Hubo una grieta. Se dividió en tres el escenario, con una parte central en la que fundamentalmente bailan. y dos extremos donde cantan.

¿Y en los que cantan también se apoya más el humor?

En mayor porcentaje, quizás, pero hay muchos de los que están en el cuerpo de baile que también actúan. Hoy hay conjuntos que tienen muchos valores jóvenes que están surgiendo, que bailan y actúan. Pero, obviamente, mi generación ya está jugando de puntero.

A la hora de elegir las parodias de tu espectáculo, ¿cuánto pesa la familiaridad? ¿Cuán popular tiene que ser un tema para que la gente entienda las referencias?

Estoy dando clase de textos en la Escuela de Carnaval y esa es una de las cosas que hemos hablado. Les decía a mis alumnos que cuanto más popular es el tema que uno va a tocar para hacer humor, mayor resultado va a dar con el público. Si yo hago una parodia, una humorada o cualquier texto de carnaval basado en un hecho real, en algo que está pasando, en una película que la gente conoce mucho... Si sabe cómo es el original y los personajes que involucra, más rápidamente va a entender el humor con el que tomo ese tema. Si tomo temas que la gente no conoce tanto, tengo que ingeniármelas para, dentro del propio tema, ir explicando de qué se trata. Ahí hay un trabajo previo: explicar quiénes son los personajes que salen a hablar, cuál es el conflicto que tienen esos personajes y tratar de no hacer aburrida la explicación. Odio esas películas que arrancan con un tipo contándote toda la historia que pasó, qué vino y qué va a pasar. Me parece que es un recurso menos elaborado. Por eso lo familiar sin dudas funciona, y más en el carnaval.

¿Por qué a veces elegís temas que no son populares?

Porque a veces me complico solo, pero me gusta. Hay temas que me parece que pueden transmitir mucho, pero no son populares. Con Enrique Vidal, que es con quien escribimos, tengo esa discusión. Él dice: "Hay que poner cosas muy conocidas". Y es verdad, pero yo digo: "No resignemos las otras". Una vez hicimos la parodia El Nombre de la Rosa, basada en la película que a su vez estaba basada en el libro de Umberto Eco. Yo preguntaba en carnaval: "¿Sabés qué es El Nombre de la Rosa?", y de diez, uno y medio me decía: "Es una película". Nadie sabía quién era el autor, era muy poco popular. Pero la parodia estaba muy bien escrita por Fernando Schmidt, se autoexplicaba, y fue una de las mejores de la historia del parodismo. Yo no reniego lo otro, pero reconozco que es mucho más fácil si hago una parodia de Jesucristo, como hicimos, que si hago una parodia de El Nombre de la Rosa.

En Carnaval (con mayúscula), ¿el chiste es más importante que el humor? Considerando que la respuesta del público influye en el marco del concurso.

Yo creo que el chiste, por más simple que sea, debe tener una sintonía con el resto. Lo mismo que les digo a los cantantes con las canciones. Cada uno me trae canciones que quiere cantar, y que le gustan por su timbre de voz, pero lo que tengo que hacer después es ver qué va sintonizando con lo que escribo. Porque la canción tiene que estar en función del texto y no el texto en función de la canción. Cuando yo no dirigía los grupos para los que escribí primero, Klaper's y Gaby's, el director me decía: "Ponga esta canción y esta, porque esta la va a cantar Juan y esta la va a cantar Pedro". Y te volvías loco tratando de meter eso ahí adentro. Con los chistes para mí pasa lo mismo: cuando el chiste está descolgado, cuando está metido a fórceps, se nota. Cuando el chiste está bien pensado y sintoniza aunque no sea un chiste inventado por uno, porque a veces traemos de otros lados, también se nota. Se nota que hay una preocupación de que todo sintonice y no simplemente armar "El Show del Chiste" en una escena, que también pasa y para mí está mal hecho. Yo trato de no caer en eso. Busco que todos los chistes sintonicen, estén bien puestos y tengan que ver con lo que está pasando en ese momento. Y si es un absurdo, que también esté bien metido. Pero también me gusta mucho el humor que no es solamente de texto, me gusta que haya humor visual. En todos los ámbitos. Escribí muchos años para Decalegrón y les hacía una crítica, y era que hacían humor radial. Vos oscurecías la pantalla y entendías igual. No aprovechábamos la televisión. Creo que en cada ámbito hay que aprovechar ese lugar. Los chistes han sido compañeros míos de todo lo que he escrito, pero siempre tratando de que sintonicen. He dejado chistes muy buenos por el camino y algunos me decían: "Ponelo, eso está bárbaro". Pero no tenían nada que ver y no tenía cómo meterlos.

¿Y cómo hacés en las parodias para intercalar los momentos serios?

Los tiene la categoría y le gustan a la gente. Entonces por ahí aprovechás para decir algo. Lo que hay que tratar de evitar es el panfleto. O venir de una situación extremadamente humorística y cortarla con un hacha para cantar una canción, que pasa mucho y se ha criticado. Lo que pasa es que yo, para no desaprovechar los momentos de actuación, a veces aprovecho las canciones para decir algo en ese momento. Algún periodista de Carnaval dijo: "No se puede venir con una parodia que es muy humorística y de pronto cantar una canción en serio". Y yo digo: "Al revés". Es peor si corto la situación humorística y dentro de la misma actuación me mando un discurso. Entonces tratamos de que no sea brusco el cambio.

Hacés un tratamiento "orgánico" de cada uno de los elementos.

Esa es la verdadera tarea de un escritor o un puestista, o hasta un director. Que es la tarea de un entrenador en un equipo de fútbol. A tres entrenadores diferentes les dan el mismo equipo y cada uno hará a su manera. Y bueno, hay que ver cuál de los tres lo va a hacer rendir mejor. Creo que cuando todo está sincronizado, rinde más.

A la hora de reclutar nuevos jugadores, ¿te das cuenta si tienen buen timing de humor? ¿Se puede ver eso?

Sí. Se puede ver. Yo siempre digo que todos los espectáculos carnavaleros tienen tres patas. Que son fundamentales en cualquier conjunto. Una es la idea del espectáculo: quién lo va a escribir, el propio texto. La segunda pata es quiénes lo van a hacer, qué plantel vas a tener. Y la tercera pata es la producción, cómo vas a producir eso para que visualmente esté al nivel de las otras dos. Cuando falla una de las patas, los espectáculos fallan. Alguna vez ha pasado que la pata de la idea no es tan buena, pero es excelente la de los intérpretes y han podido elevar un poco el nivel de la primera pata. O un plantel no tan excelente tiene un texto tan bueno, que se eleva un poco. Ahora, si no tienen de cierto nivel para arriba cualquiera de esas patas, es difícil que el espectáculo funcione. Y a la hora de elegir los actores, trato de elegir los que sintonicen con el estilo que escribo. Si es un actor que quiere estar solo en el escenario y hacer todo, probablemente no sea del estilo que Momosapiens necesite, porque somos muy de trabajar en equipo. Otros conjuntos apoyan más al capocómico y capaz que no les importa cuáles sean los demás actores, porque tienen a ese que va a hacer todo. Yo me fijo mucho en eso, en el "timing" de cómo rematar un chiste. Por eso le he dado oportunidad a mucha gente joven.

Lo mencionaste a la pasada y no pude dejar de pensar en Hannah Gadsby en su espectáculo Nanette, hablando de ridiculizarse a sí misma. ¿En algún momento te hizo mal hacer tantos chistes con tu peso?

Yo lo tomo con naturalidad. Tenés al componente petiso al que le hacés chistes de su poca altura, al gordo... Quizás no sea la forma más inteligente de crear cosas. Es más fácil hacerle un chiste al gordo de que te comiste esto o lo otro, que otro tipo de humor. Si está como condimento, uno más de un espectáculo que no apunta a eso, me parece que no molesta.

Está claro que lo tenés controlado, porque vos estás en control del texto. Pero quizás alguna vez te dolió sentir que se reían de vos y no con vos.

Nunca me sentí incómodo. Sí una vez, una sola vez, porque más allá de ser el director del grupo y quien tiene la palabra final, escucho mucho a la gente. Y me dieron mucha manija para hacer una escena en la que Coco Rivero, no el de teatro, y yo éramos luchadores de sumo. Había que salir semidesnudo con esa especie de sunga que tienen los luchadores de sumo, y dije: "No, no puedo hacer eso". Más que molestia, me dio como vergüenza hacer eso. Dijera Olmedo: "Éramos tan pobres". Pero nunca me molestó. Obviamente, en un espectáculo vos le das la medida a eso. Capaz que si participás de otra actividad, y alguien te está tomando el pelo permanentemente con ese tema, te puede llegar a molestar. En mi caso o en cualquier caso. Si te basás exclusivamente en eso puede fastidiar un poco, pero nosotros hacemos pinceladas.

El concurso del carnaval nunca está exento de líos. ¿No le saca un poco la gracia?

Totalmente. Alguna vez pensé una utopía: un carnaval en el que no hubiera "un" ganador, sino que se premiara a los grupos que estuvieran al nivel que la gente quiere. Pero hay una escuela que dice: "No, le quitás la sal y pimienta al carnaval, porque el concurso es todo". En Uruguay queremos ganar a todo, siempre. Y puede ser, capaz que no tengo la razón, pero sin duda que le quita, porque hace que cuando uno piensa los espectáculos los tenga que someter a todos los rubros. Y capaz que no son los que vos hubiera escrito si lo hacías libremente. Entonces tengo que pensar que por lo menos una parodia tenga buen vestuario, por lo menos en algunos momentos tiene que haber baile, por lo menos... Siempre digo que si Les Luthiers se presentara en el carnaval uruguayo en la categoría Parodistas, pierde. Porque pierde en vestuario, pierde en baile... Y sin embargo, podría llegar a ser el mejor espectáculo del carnaval. Entonces, claro que condiciona. Tener que cumplir todas esas reglas no te hace pensar los espectáculos con libertad. También dije en alguna otra entrevista que quitaría la coreografía de los parodistas limpiamente y me cayeron con los dos pies. Pero no veo que le aporte nada a esta categoría. No le aporta nada.

No es tan orgánico dentro del espectáculo.

No. Un espectáculo que es una comedia musical sí puede tener alguna parte de baile, pero no eso de tener que bailar durante todo el espectáculo. A mí me importa mucho más la idea, el texto, qué son las parodias, qué estás parodiando, la música, el canto... El baile no. Yo lo sacaría de raíz.

Luego del carnaval, ¿cómo llegaste a los otros medios?

A la televisión increíblemente llegué a través del Carnaval. Tuve un buen año en 1988; estaba en los Gaby's con (Miguel) "Pendota" Meneses y yo le hacía de partenaire. La parodia era Nosferatu y yo era su ayudante. Fue un año bárbaro de los Gaby's y me invitaron a participar de un programa infantil que se iba a hacer en Canal 4. El producto final fue el que hicimos con Gabriela Lopetegui, y entré gracias a lo que había hecho en carnaval. Fue la vidriera para poder llegar a la televisión.

¿Se podía hacer humor en un programa infantil?

Yo siempre dije que el nuestro era un programa de humor para niños. Cuando me llamaron para hacer un casting, fui un día al estudio de Canal 4 vacío, me hicieron sentar en el suelo con una guitarra, un gorro de visera hacia atrás y canté una cancioncita. Me olvidé de la canción, se ve que muy buena no era. Hice eso, tranquilito en el suelo. Obviamente fue rechazado de raíz. Entonces, a la agencia que me llamó, le dije: "¿Ustedes no me permitirían a mí escribir un piloto nuevo?". Me dijeron que sí y ahí propuse la idea de que en vez de ser yo solo fuéramos una pareja. Fui un visionario de lo paritario. Invité a Gabriela, que hacía teatro conmigo, y escribí un piloto que era todo con humor. Hicimos dos personajes que promocionaban un programa infantil e hicimos varios chistes para niños. Ven este segundo piloto y lo aprueban. Dicen: "Esto sí nos gusta" y ahí nace nuestra época en la televisión. Hay una anécdota muy graciosa de que uno de los vendedores del canal fue a Coca-Cola, porque en ese momento Fanta promocionaba muchos programas infantiles, y les dice: "Traigo lo mejor que va a venir en la televisión". ¡Y pone el primer piloto! Se equivocó y llevó el otro, el de la guitarrita en el suelo. De ahí en más el programa tuvo mucho humor: hacíamos sketches con Gabriela, había canciones... Me parecía que el humor tenía que estar presente siempre en el programa. Y por supuesto que creo que a los niños les gusta mucho el humor. Había un programa mágico en esa época, que era El Mundo de Beakman, en donde el tipo enseñaba a través del humor porque era la manera de atrapar a los niños. Estaba haciendo un programa didáctico, pero entretenido, a través del humor.

Y como en Carnaval, también te diversificaste.

También. No solamente en el rubro infantil, que hice muchos programas no solamente en el 4, sino en el 10 y el 5... Sino que, como te dije, empezaron a venir hasta líneas telefónicas de humor, que yo tenía que escribir y hasta grabar. Después vino el teatro, con oportunidades que me dieron muchas satisfacciones y premios, y hasta la radio. Cuando hacía el programa con Gabriela fue la primera vez que hice radio, con El Programa de Horacio. Y hasta el día de hoy no dejé de hacer radio. El humor también me llevó a muchos lugares.

¿En televisión qué tipo de tareas realizaste?

En algunos programas hacía el libreto y en otros tenía que dirigir el programa y libretarlo. En algunos casos hacía guiones para los actores y conductores, y en otros casos, que se grababan cosas un poquito más elaboradas, hacía el guion técnico. Una vez hicimos una telenovela con un montón de capítulos en un programa que yo dirigía y escribía, pero no actuaba, que era Jugo de Colores. Los tenía que escribir en guion televisivo, en formato técnico. Tuve la oportunidad de escribir algunos y de dirigir otros, y marcaron una época en casi todos los canales.

¿Te gustaba más el programa 100% de humor, con sketches y situaciones recurrentes?

Sí. Y más me gusta, que eso no lo he podido hacer, la posibilidad de hacer humor no tan digitado. No tan direccionado. Porque nosotros en Decalegrón teníamos muchas directivas de cómo y qué hacer. Entonces trabajábamos entre dos paredes, sin poder salirnos. Yo jamás falté el respeto a través del humor, eso desde siempre. Me considero capaz de hacer un programa de humor sin faltar el respeto a ningún sector, pero con un poquito más de vuelo. Y en Decalegrón estábamos un poquito más acotados.

¿Cuándo tuviste más libertad de trabajo en televisión?

Cuando hacíamos el programa con Gabriela tenía mucha libertad.

Sabrían bien qué límites no ibas a pasar. Humor político no ibas a hacer.

Pero te podés equivocar. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con lo musical. Pero en lo que tiene que ver con humor político, programa de humor-humor en sí trabajé solo en Decalegrón y no tuve esa oportunidad. Me hubiera gustado. Hicimos sketches de humor en Pizza a Carballo, donde también teníamos libertad y sabíamos de dónde no nos podíamos pasar. Siempre dije que el que hace humor tiene que escribir cosas que, incluso si están tomándole el pelo a alguien, el involucrado diga: "Che, qué bien que está, me tomaron bien el pelo" y se divierta. Si alguien escribe humor que disfruta una mayoría y hay una persona que se fastidia por eso que se escribió, me parece que no está bien.

¿Y si ese que se fastidia es el que está más arriba en la pirámide del poder? ¿Ahí no se permite un poquito?

Lo que pasa es que, para que se fastidie, uno tendría que hacer humor agresivo, grosero. Yo creo que lo podemos hacer fastidiar, en el buen sentido y sin darle derecho a decir nada. Cuanto más inteligente es el humor, mejor estás cubierto vos. Él se puede fastidiar igual, porque el humor es una herramienta poderosísima para que se enojen los poderosos, pero no te puede decir nada porque está bien hecho. Ahora, si lo hacés con faltas de respeto, no solamente él sino quienes estén alrededor lo van a ver de esa manera. A nosotros en el Canal 10 nos pedían "Suavicen acá o acá" porque reclamaba algún político. Un político prefiere que un adversario o quien sea lo insulte o diga algo mal de él, porque puede salir airoso de eso. Le molesta mucho más si es a través del humor. Y si está bien hecho, más todavía.

Decalegrón no tenía un humor político súper mordaz. ¿Aun así había políticos que se enojaban?

Sí, siempre. Y en algunos momentos había políticos a los cuales no se los podía tocar con humor. Pero me acuerdo, antes de que yo entrara, el Chicho que hacía (Enrique) Almada. Eso fue en plena dictadura y estaba al borde. Y muchas veces entendían los mensajes desde afuera. Creo que ahí pasaron un poquito la raya, pero siempre con mucha altura. Porque ¿quién les podía criticar que se les hubiera ido la moto?

¿Y en cuanto a los límites de parte de la producción?

Teníamos, y creo que es uno de los motivos por los cuales no hay programas de humor, producciones que no eran las adecuadas. Creo que Decalegrón trabajó muy bien el tema. Tenías escenografías... Pero me pasó muchas veces que la producción limitaba lo que podías escribir. La diferencia más grande la noté cuando tuve el honor de escribir un tiempo en VideoMatch, que era el nombre anterior de ShowMatch. Cuando el programa hacía humor, tenía seis equipos de producción con humor, y yo estuve en el equipo de Pablo y Pachu. Me asombró la capacidad de producción que había; ahí te das cuenta cuándo hay producción en un programa y cuándo no. Las reuniones eran de mañana, se empezaban a tirar las ideas del sketch que se iba a grabar de tarde, y en el intercambio alguien decía: "Sí, acá puede venir una barra brava que...". Y ya levantaba el productor el teléfono: "Preciso tres extras que hagan de barrabravas, con los pelos largos si es posible, remeras negras, cadenas...". "Acá podemos hacer que un tipo viene a comprar un choripán". El productor: "Una bandeja con seis choripanes...". Todo lo que se iba generando, al momento se pedía. Cuando ibas a grabar de tarde, a las tres de la tarde, en el estudio estaba todo lo que se había pedido. No faltaba nada. Esa es la producción ideal. Acá a veces nos complicamos hasta por hacer algo en un exterior. Decimos: "Mirá, esto tenemos que grabarlo afuera en la calle". "No, pero no podemos sacar una cámara afuera, lo tenemos que hacer acá". Entonces limita.

¿Cómo fue esa experiencia de trabajar en la televisión argentina?

Fue fantástica. Porque, si bien no era Estados Unidos, al lado de Uruguay era otro mundo. En todo sentido. Mucho más competitivo todo.

¿Eso también era bueno, o no tanto?

Para mí no tanto, porque estoy por fuera de eso. Hice teatro en Argentina, con figuras argentinas. Y si se peleaban en teatro, imaginate lo que es la televisión. Hice una obra que se llamaba La familia Frankenstein, que había escrito para acá y después se llevó a Argentina. Se transformó en una comedia musical y actuaban Fabián Gianola, Georgina Barbarossa, Maurice Jouvet, Pepe Monje... La dirigía Gustavo Garzón. Allá todos trabajan con representantes y a mí me representaba un amigo de toda la vida, Rubén Scarone, que fue 25 años representante de Les Luthiers hasta que los agarró Lino Patalano. Y un día me llama porque tenía que ir a una reunión por el cartel de afuera del teatro. "Se va a hacer la reunión para ver cómo va a ser el cartel. Tenés que venir". Y discutían qué tamaño de letra iba a tener uno respecto al otro, si iba a estar en el medio o en el costado... Yo lo miraba a este loco y le decía: "Me quiero ir, poneme en cualquier lado". "Vos te quedás acá. Vos también sos importante". Tan importante no fui. Había diferentes tipografías... Me hace mucha gracia, porque hoy lo agarra un diagramador y no hace esas cosas. Uno tenía letra un poco más grande con ribetes para que se resaltara más, otro un poquito menos... y allá perdido, abajo a la derecha, decía "por Horacio Rubino". Yo dije: "Me comí toda esta reunión para esto". Hay una competitividad que acá la puede haber, pero no a ese extremo. Que discutamos en qué tamaño de letra vamos a estar en el programa o en el cartel, para mí no es bueno. Me parece que la única competencia que tenés que hacer es con el talento. Las diferencias son esas. Y capaz que el error que cometí fue no haberme quedado allá, porque me invitaron a estar. En VideoMatch un día me dijeron: "Uruguasho, precisamos que vengas todos los días". "No puedo todos los días". Yo aquí seguía trabajando: estaba en Canal 4, estaba en la radio, tenía cinco o seis actividades. Y les dije: "No puedo venir todos los días, no puedo dejar todo lo que tengo allá". Ahí fue cuando dejé de participar. Capaz que si me la hubiera jugado... Pero, quién lo sabe.

Seguiste acá en un montón de medios de comunicación. ¿Hay diferencias en el tipo de humor si es radio, si es televisión, si es impreso...?

Hay diferencias. Al hacer radio, sin el componente de imagen, se filtran un montón de chistes que tienen que ser en una situación que se vea. Eso limita mucho. Pero a su vez hay chistes que no funcionarían en la televisión. En radio te cuento el chiste de "Roberto, dame un beso". "No, no puedo". "¿Por qué?". "Porque somos blandengues". Y eso no lo podés hacer en la tele, porque lo ves de entrada. Precisa de un componente no visual. En radio las cosas tienen que ser más breves, porque en televisión podés hacer un sketch de cinco minutos, pero en la radio es una vida. Tienen que ser cosas mucho más rápidas.

¿Importa también la permanencia? En radio un chiste pasó y si justo fuiste al baño te lo perdiste para siempre.

Lo de hacer humor en prensa, por ejemplo, hace que permanezca siempre. Yo escribo media página de humor en el diario y cualquiera la puede agarrar mañana y la va a ver. Hicimos siete años una revista de humor en La República, la revista Berp!. No fuimos los únicos, pero dentro de toda la historia de "Berp!" siete años fueron responsabilidad de Enrique Vidal, Pablo Bruera y mía. Y nos gustaba muchísimo, a mí me gustaba mucho eso, porque queda ahí. De hecho, las revistas todavía las tengo. La radio y la televisión son devoradoras de libretos... En la televisión de hoy hay ventajas, que son las redes y YouTube. Vos podés guardarte algún videíto en la computadora y lo volvés a ver otro día. En la radio es más difícil y las cosas se esfuman.

Esa media página de la que hablabas, ¿hace cuánto la tenés?

Hace cuatro años y medio que estoy ahí.

Es una picadora de carne. ¿Sí o sí?

Total. Aparte hay dos formas de escribir. Yo soy muy minucioso en darle la vuelta al chiste, pero a veces el tiempo te gana y no puedo. Entonces recurro al humor de golpe y porrazo. Pero así y todo te lleva mucho tiempo. Y esto es diario. Los primeros tres años era todos los días, de lunes a domingo. Que fue una cosa que después la cambié, porque me di cuenta. Cuando arreglé al principio no paraba ni los fines de semana. Fueron tres años que se me complicaron, entonces pasé a hacer de lunes a viernes, porque si no, no había manera. Estar todos los días generando media página de humor, que son dos sectores, en total 2.400 caracteres. Hay gente que escribe para semanarios y se complica. Cuando tuve la posibilidad de hacer esta página, el gerente del diario no confiaba mucho en que yo me encargara de ella. Le pregunté por qué y me dijo: "Porque en este momento en ese lugar tengo a tres personas, que me tienen que mandar material y yo de alguno publico. Y a veces no me manda nada ninguno de los tres". Le contesté: "Mire, yo hace muchos años que hago humor. Si me comprometo, lo voy a hacer". Pero lo veía que no estaba convencido. Un día se dio el "ok" y al año le dije: "Bueno, ahora que pasó un año, ¿qué me dice?". Y respondió: "La verdad me saco el sombrero".

¿Qué tanto humor de actualidad tiene esa sección?

Le quité bastante actualidad. La incluyo si la tengo, pero le quité un poco porque a veces pasan muchas cosas y tenés mucho material para la actualidad, y a veces no pasa nada. Y vos decís: "¿A qué le tomo el pelo? ¡Hoy no pasó nada!". Tenés que recurrir a algo que esté todavía en la semana. Entonces lo desactualicé un poco, para no estar atado.

¿Cuál es tu método de trabajo diario?

Yo hago un programa a medianoche en Radio MonteCarlo, El Tren de la Noche, que es un histórico y requiere mucha responsabilidad. Lo hago de cero a tres. Salgo de la radio y llego a casa entre tres y media y cuatro de la mañana. Ahí armo la nota del diario para el otro día y adelanto un poco el material de lo que voy a hacer en el programa de la noche siguiente. Me acuesto todos los días a las seis, siete de la mañana. Pero es el momento que elegí para poder cumplir con la nota.

Ese momento en el que menos personas te van a llamar o escribir, porque están todos durmiendo.

Y que no te va a fallar el rato de escribir por una reunión o un imprevisto. De madrugada no tengo problemas.

¿Cuánto tiempo te llevan esos 2.400 caracteres?

-Depende de la inspiración. A veces que me lleva mucho rato. A veces que estoy más inspirado o hago la gran Miguito. Yo voy por la calle y si se me ocurre algo lo escribo en el celular o me lo grabo en un grabador que tengo. Voy acumulando material mientras manejo, mientras estoy en una sala de espera, y voy generando material.

Material que también puede ser para otros de tus trabajos.

Para lo que sea. Hace años eran los papelitos, pero me complicaba si iba manejando. Tenía que parar a escribir. Ahora tengo un grabador: voy manejando y grabo. Cuando llego a casa, desgloso todo. Si no tuve material prehecho y no estoy muy inspirado o hay poco, capaz que paso una hora y media o dos diagramando la nota.

¿Tenés vacaciones?

En realidad, no. Pero me las fabrico. Cuando me voy en Turismo, que generalmente me tomo un par de semanas ahí, tengo que adelantar todas las notas. Obviamente esas van a ser totalmente atemporales. Tengo que dejar diez notas en el diario adelantadas para poder irme de vacaciones.

¿Qué se siente que tu apellido defina un estilo de humor?

Eso surgió del acervo popular. Algún día alguien dijo: "Los chistes rubinescos" refiriéndose a los chistes tontos de carnaval. Y empezó a quedar. Todo lo que se asociaba al chiste bobo o a ese estilo, era hacer "humor rubinesco". Se siente gratificante, más allá de que alguno lo pueda decir despectivamente. Pero me gusta, me gratifica. Tal es así, que cuando hubo que ponerle nombre a esa media página de humor, le puse Humor Rubinesco, que es como la gente dice. Y hasta el día de hoy se sigue llamando así.

Vos lo definís como un humor tonto, pero no es solamente eso. También es humor efectivo.

Tiene varias características. Generalmente el humor que nosotros hacemos es humor breve, humor tonto pero inteligente a la vez, porque no es una tontería escribir humor tonto. Pero también el humor de dibujitos animados, que alguien dijo una vez que Momosapiens hacía ese tipo de humor. A mí me encanta que me digan eso. Hay dibujitos que veía con mis hijos chicos, pero que me gustaban más a mí, porque les elegía los que estaban bien libretados. Así que no suena despectivo que me digan "humor de dibujitos animados".

¿Cómo te llevás con las redes sociales?

-La que me gusta más es Twitter, por lo breve. Facebook se transformó en un campo de batalla. De Twitter me gusta más el hecho de ser informativo. Siempre le digo a mi señora que si algo pasa, voy a Twitter y alguien publicó algo. Lo tenés al toque. En Facebook demora mucho más. Instagram directamente no lo uso; tengo uno de Momosapiens y lo maneja un componente. Me llevo bien con las redes, pero también trato de aplicar lo mismo que hago con el humor: sé que si hago algún chiste con determinada persona y puede ser agresivo, voy a tener una legión de gente insultándome. Trato de darle bueno uso, no entro en el conventillo, no pierdo el tiempo. Entro de a ratos, leo más de lo que publico, retuiteo cosas que me parecen ingeniosas, pero no me desvivo por las redes porque te consumen el tiempo.

Con todo lo que hiciste, ¿tenés alguna cuenta pendiente relacionada con el humor?

Hay una, que hace un tiempo la hablé con Fernando Epstein, director de cine uruguayo y me dijo "Traémelo". Que no haya una película uruguaya de humor. Obviamente no podría ser un humor localista, porque acá no hay un mercado para que esa película comercialmente reditúe. Pero una película de humor, entre comillas, "rioplatense", podría resultar. Ese es un debe: hacer una película de humor. El estilo que aplicaría es el de los hermanos (David y Jerry) Zucker, que hicieron "Y, ¿dónde está el piloto?". Una artillería de humor, pero a la vez humor en segundo plano. Me gustaría una película así. Hicimos un preguion hace unos años, que se llamaba Misión Insufrible y tenía todo ese tipo de humor: breve, de imagen, de absurdos. Esa me gustaría hacerla, para sacarme las ganas.

Tenés experiencia en guiones con ese tipo de humor rápido.

En eso tengo experiencia, pero además en el cine tenés herramientas que no tenés en otros ámbitos, como los cortes. Hay cosas que en teatro o en carnaval son difíciles de hacer y en cine o televisión las tenés servidas. Por ejemplo, la típica situación de: "No, para esto no me agarrás. ¿Que limpie contigo la casa? A mí no me vas a agarrar". Corta la cámara y el tipo está con un pañuelo en la cabeza y barriendo con el otro. Ni hablar si tuviera acceso a efectos de computadora, que hoy son maravillosos. No creo que este sea el caso por ser una producción nacional, pero tenés unas ventajas abismales con respecto a los otros medios.

Podrías escribirla en tus dos semanas de vacaciones.

Ahí va. La invitación a "traeme el guion" está. Capaz que sumamos algún plantel de guionistas y armamos entre varios. Porque para mí cualquier programa de humor tiene que tener un equipo de guionistas. Que es como se estila en el mundo. Acá a veces un tipo solo tiene que lidiar con un programa todo el año y tenés momentos buenos, malos, inspiración en algunos, no tanto en otros. Por eso los buenos programas de humor tienen un equipo de guionistas interesante.

Ignacio Alcuri