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Vidas rodadas

Entrevista a Guillermo Salmerón

El escritor argentino de TV Guillermo Salmerón, autor de series como "Vidas robadas" o "Televisión x la identidad" y también de series como "Botineras", vino a nuestro país a dictar un taller sobre ficción televisiva como herramienta social.

24.10.2011 10:22

Lectura: 12'

2011-10-24T10:22:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

Al igual que los dobles de riesgo, los panaderos y los operarios de los juegos del Parque Rodó, Guillermo Salmerón forma parte de una categoría de "héroes anónimos", responsables de ofrecer satisfacción y gratos momentos a una multitud incapaz de reconocer sus rostros: los escritores de televisión.

En su doble rol de escritor y productor, Salmerón ha sabido ganarse un espacio en el competitivo ambiente televisivo de la vecina orilla. Y lo que es mejor, lo ha logrado trabajando sobre un género arduo y no demasiado frecuentado: la telenovela dotada de contenidos de interés social.

Autor de ficciones multipremiadas como "Televisión x la Identidad", "Vidas Robadas" y "Caín&Abel", Salmerón ganó en 2009 el Martín Fierro al mejor autor y en 2010 el premio Argentores. Fue Coordinador de Ficciones de Telefé, logrando el éxito de la tira "Botineras", la segunda ficción más vista en el año 2010.

Días atrás, el escritor y productor argentino visitó Montevideo, invitado por la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT, a participar como docente del curso "La televisión que podemos hacer: herramientas para convertir sueños en producciones". En dicha instancia, Salmerón estuvo a cargo de un módulo titulado "La ficción televisiva como herramienta social".

Durante su estadía en nuestro país, el escritor y productor argentino dialogó con Montevideo Portal acerca de su trabajo, las particularidades de la ficción "basada en hechos reales" y del impacto de las "ficciones auténticas" en la sociedad.

Fue sin querer queriendo

Guillermo Salmerón trabaja en televisión desde hace más de quince años. "Entré un poco de causalidad, porque yo lo que estudié fue periodismo y gráfico y esa era mi idea para trabajar", reconoce, alineándose a la numerosa hueste de gente de pluma y papel que acabó siendo seducida por el brillo catódico de la pantalla.

A pesar de que en aquel entonces "no era un gran consumidor de TV", la transición a ese medio "se fue dando", explica. "Empecé a trabajar en programas periodísticos, y luego, también de forma un poco sorpresiva, como productor en programas de ficción". Estos primeros pasos de Salmerón en el mundo de la TV "fueron siempre dados de manera un tanto inesperada y a causa de circunstancias ajenas, no por decisión propia" hasta que "hace seis años, dejé mi rol de productor y comencé a escribir".

Siete oficios

A la hora de comenzar a escribir, Salmerón contaba con la ventaja de conocer de primera mano todos los pormenores y entresijos de la "cocina" de la televisión. "Me ayudó haber pasado por todo los lugares, conocer hasta el barrido y la limpieza (ríe). Estuve en muchos puestos, tanto los de arriba como los de abajo, y conozco bastante el trabajo de todos", explica.

Esa experiencia diversa en el ambiente ayuda a tener una visión de conjunto a la hora de escribir, conociendo la ruta que seguirá el libro una vez salido de manos de su autor. "Estar durante mucho tiempo dentro de una empresa te permite armar vínculos con gente de diferentes áreas y saber lo que se hace aunque no hayas trabajado allí". Por tanto "puedo escribir y conocer los presupuestos, saber qué pasa después con ese guión, los problemas que puede haber".

Particulares clases

"No lo sé", bromea Salmerón interrogado acerca del objetivo del curso que impartió en la ORT, aunque de inmediato admite que el mismo surgió porque, de común acuerdo con el decano de la institución "nos pareció interesante para complementar los demás módulos que son más técnicos, uno de cariz más creativo".

"Lo que vine a charlar básicamente es del rol de la ficción como un instrumento para contar cosas, generar opinión y aportarle algo al grupo de los televidentes". Al igual que sus comienzos en la TV, el tema del módulo "También fue casual y no elegido", aunque no pudo sorprenderle que le solicitaran abordar ese tema, ya que "los trabajos más exitosos que he venido haciendo tiene que ver con algún contenido social. Todas son ficciones que siempre tocan temas complicados, historias basadas en casos reales".

Durante el curso "en vez de abarcar toda el área de guión, quisimos proponer cómo generar a través de la ficción, productos y contenidos que tengan otra cosa, que equilibren un poco con el resto de la programación, que suele ser más bien de entretenimientos".

En las clases, se conversó largamente acerca de la falsa dicotomía que supone que un programa con contenidos sociales o culturales tiende a ser aburrido, mientras que aquellos de intenciones menos nobles tienen mayores probabilidades de ser divertidos.

"De eso hablamos mucho, creo que es un prejuicio que no se basa en nada concreto ni real", sostiene. Posteriormente, y refriéndose a sus propios productos, agrega que "no tienen por qué ser aburridos porque las herramientas que aplico, las fórmulas y los condimentos, son los que usé en programas como Botineras u otros más pasatistas. La fórmula de trabajo es la misma". Y a modo de ejemplo se refiere a "Televisión por la inclusión", serie de su autoría que comenzó a emitirse días atrás en Argentina. "Son unos libros que escribí hace dos años y ahora se están emitiendo". Dichos programas abarcan "temáticas vinculadas a prejuicios, discriminación y xenofobia. Pero desde la intención, la idea es hacer un programa que sea atrapante, que haya una tensión, giros argumentales, que te sorprenda, que no haya cosas previsibles", detalla, subrayando que la idea es "hacer una historia que tenga ese tema de trasfondo, pero respetando ciertas cosas que te imponés para que no deje de ser entretenimiento".

Ese cuidado a la hora de montar un libreto eficiente, evita que el "mensaje" aplaste la ficción y termine convirtiéndola en un documental o -en el peor de los casos- en un libelo

"Hay programas donde prevalecen las buenas intenciones. A veces ves un programa que tiene esas propuestas y contenidos, y parece la página de inicio de un portal de una ONG", señala el escritor, explicando que es más recomendable "armar una historia cautivante, y al final de la obra ponés una placa donde invitás a la gente a que se comunique con esa ONG para averiguar más. La idea no es transformar nada: es entretener, y si se puede generar un interés por un tema que a lo mejor no estaba tan hablado o que desconocías, mejor".

Para Salmerón, a la hora de abordar una ficción "no hay otra premisa" que la de hacer un producto entretenido, más allá de que el contenido pueda referirse a asuntos de interés social o cultural. "No hay un intento de ser una televisión educativa, porque los que hago son programas para TV abierta. Yo no escribo programas de cable, donde el público va en busca de algo específico, como un documental. Aunque no me interese mucho el rating, mi trabajo tiene un poco que ver con eso", advierte.

Ojos que ven, corazón que siente

Las ficciones creadas por Guillermo Salmerón suelen conseguir tanto el objetivo primario como el secundario planteados líneas arriba: aunar la tensión dramática con un contenido vinculado a una problemática de actualidad. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido con "Televisión por la identidad", serie donde se abordaba la situación de los bebés cuyos padres desaparecieron durante la dictadura, y fueron criados por sus apropiadores. La serie tuvo un gran impacto social en Argentina, y contribuyó a que muchos adultos de hoy se interrogaran acerca de su posible condición de hijos de desaparecidos. "El mensaje está en la elección del tema, lo que se elige contar. Ahí ya hay una toma de postura, una toma editorial", insiste el escritor, para quien una vez escogido el tema, la ficción no debe supeditarse a transmitir un mensaje lineal o plantear una moraleja evidente.

"En el caso de ‘Televisión por la identidad', el interés que yo tenía no era hablarle a la gente que estaba interiorizada en el tema y tenía claro si estaba a favor o en contra. Traté de hablare a la gente que puede mirar con cierto prejuicio algunas cosas, sin entender el por qué". Al igual que en nuestro país, en Argentina "hay gente que se ha preguntado el porqué de determinadas búsquedas. A esa gente tengo que hablarle, porque las personas que están relacionas o preocupadas por el tema Derechos Humanos, basta con que sepan que se va a dar el programas para que quieran verlo. Se trata enganchar al que no está convencido o no tiene una postura. Al otro no tengo que convencerlo de nada", indica.

Para atraer a ese televidente que a priori puede no estar interesado en el tema propuesto, es necesario partir de un libreto bien escrito. "Si empezás con lo panfletario probablemente se vaya a otro canal y no se cumpla el objetivo. Después, si lográs con la escritura y la historia generar el interés de alguien por el tema, está buenísimo".


Ese "buenísimo" puede entenderse como la toma de conciencia por parte de mucha gente en torno a temas complejos o dolorosos para la sociedad. "Son ciclos que han generado cosas en la gente, es muy particular la movida que se arma con la emisión de ese tipo de programas", dice. En ese sentido, Salmerón recuerda lo ocurrido con la ya mencionada "Televisión por la identidad" y también con "Vidas robadas", novela basada en casos reales que buceaba en el sórdido mundo del tráfico de personas. "Durante los días de emisión y los posteriores se cuadruplicaban las llamadas" a organismos vinculados a los temas tratados, provenientes de "gente que veía algo" y quería denunciarlo o de personas que "se sentían identificadas" con el problema.


Haberlo vivido para poderlo contar

Trabajar a partir de historias verídicas plantea interrogantes y requiere cierto celo deontológico. En primera instancia, es necesario establecer hasta qué punto puede alejarse un libreto del caso real, para que siga siendo válido el rótulo de "basado en hechos reales". En segundo lugar, y especialmente cuando se trabaja en historias cuyos protagonistas están vivos, se hace necesario respetar la privacidad y -eventualmente- preservar el anonimato de los protagonistas. Todo esto sin que el libro pierda atractivo.

"Normalmente, trato de tomar un caso real y adaptarlo a mi modo, transformarlo de manera que no esté necesariamente ligado a una historia personal". De lo contrario "a veces hay riesgo de que termine atentando contra mi premisa de hacer algo entretenido y que guste", porque si bien a veces la historia personal tiene algunos elementos de particular interés, "si la seguís tal cual fue, lo más probable es que termines haciendo algo que -desde el punto de vista dramático- no se parecerá a lo que pretendías".

Cuando se trata de trabajar sobre un caso real, es necesario saber que "hay pormenores que pueden ser muy importantes para la persona que los vivió, pero a la hora de escribir sobre el tema no te sirven", y no resulta nada productivo "entrar en discusión con el protagonista por eso".

Por ello, Salmerón afirma que "te da mucho más libertad" no insistir en la biografía puntual de una persona. "Muchas de las historias que escribo pueden estar inspiradas en la noticia de determinado caso, pero luego buscás y encontrás otros muchos casos similares, y cada uno de ellos puede tener algún punto de interés para la historia que se va a contar", explica.

Una vez en posesión de dicho material, "veo qué cosas dramáticamente fuertes y relacionadas a la temática le fueron pasando a estas personas, y termino por armar un personaje de ficción que de algún modo incluya todo eso", refiere.

Un ejemplo de manual para lo expuesto es "Vidas robadas", novela donde "tomábamos como punto de partida un caso real, la desaparición de Marita Verón", secuestrada por tratantes de blancas, y a la incansable y hasta ahora estéril lucha de su madre para encontrarla. "Ahí había un acuerdo inicial donde se preveía que probablemente tuviéramos que alejarnos del caso central" situación corriente "sobre todo en una tira de muchos capítulos, donde ese personaje que al principio quizá refleja fielmente a la persona real, va cobrando vida y toma otros rumbos, otra lógica".

Interrogado acerca de esa "vida propia", que los personajes adquieren más allá de las intenciones de sus creadores, y que ha sido mencionada por numerosos novelistas, Salmerón admite que "es un poco así, aunque cuando lo digo tengo miedo de que parezca sanata o algo pretencioso. Pero creo que si estás muy concentrado, el personaje te va transmitiendo sus emociones. En una tira, el personaje cobra forma, cuerpo y cara en un actor o actriz y hay un juego recíproco", relata.

Bailar con la más fea

Las teleseries creadas por Salmerón han tenido buena acogida por parte del público. Asimismo, "le han dado un gran prestigio" a los canales que las han emitido -y repetido- oportunamente. Sin embargo, en varias ocasiones sus novelas debieron enfrentar la frustrante situación de coincidir en horario con esa especie de leviatán mediático que es Marcelo Tinelli.

"Ficción con ficción es interesante la competencia. Ahí me siento más a tono, en terreno de juego parejo", admite. Sin embargo, otra es la cuestión cuando se trata de competir con el dueño absoluto del rating. "Todos estos años he hecho ficciones que compiten en el horario con Tinelli, y trato de no pensar mucho en eso", reconoce al autor. "Hoy la televisión tiene eso, y supongo que está bien que así sea, pero cuando me toca competir, escribir un programa para el mismo horario que Tinelli, trato de olvidarme". En caso contrario "tengo que empezar a evaluar ‘ahora viene el Aquadance, ahora se ponen en bolas', y si tratás de igualar eso desde tu ficción, podés acabar haciendo cualquier cosa en tu libro. Terminás desvirtuando tu historia, y además ni siquiera logras revertir demasiado la tendencia", concluye.


Televisión x la identidad

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Montevideo Portal / Gerardo Carrasco

Por Gerardo Carrasco
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